En la historia de la psicología el concepto de sensación se ha entendido la mayoría de las veces como “tener una sensación” y se le ha separado del concepto de percepción.
De este modo, las sensaciones se consideran como “simples” estímulos, la sensación consiste en detectar un estímulo a través de los sentidos (vista, oído, gusto, olfato y tacto) y los receptores de sensación internos (movimiento, equilibrio, malestar, dolor) sin que aún haya sido elaborado o tenga un significado; cuanto más usamos (conscientes) uno de estos sentidos, más mejoramos su agudeza.
Mientras que las percepciones se entienden como experiencias “complejas”, provocadas a su vez por estímulos “complejos” y generalmente de mucha importancia, cada individuo organiza la información recibida, según sus deseos, necesidades y experiencias. El cerebro transforma de forma casi instantánea los mensajes sensoriales en percepciones conscientes. La percepción es un proceso constructivo por el que organizamos las sensaciones y captamos conjuntos o formas (Gestalt ) dotadas de sentido. En condiciones extremas un hombre puede percibir muchísimo más de lo que normalmente es consciente: por ejemplo, los ciegos al andar de un lado al otro pueden percibir estorbos por el simple hecho de que cambia el eco de sus pasos. Los psicólogos de distintas tendencias teóricas coinciden en considerar la percepción como un proceso a través del cual se elabora e interpreta la información de los estímulos para organizarla y darle sentido.
Existen diversos tipos de percepción, la consciente y la inconsciente. La percepción consciente es la acogida de información controlada por nosotros mismos, mientras que la inconsciente es la cual a la que ocurre sin la que le prestemos atención, como por ejemplo las señales internas del cuerpo, nuestra ubicación y posición en el espacio, o ciertos olores ligeros. La incorporación de la información es auxiliada por los sistemas receptores, como las células sensoriales.
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